miércoles, 2 de junio de 2010

ADIOS


Ya falta poco para el verano, los maestro y alumnos ya el 22 de Junio se despiden asta septiembre.
Todos le decimos adiós a los libros y a todo, aunque aya que repasar pero no casi todos los día









En el verano tenemos q difrrutar pero tambien ay q leer o acer algo xq si se ace el verano mu lagor¿ q pensais?
.

miércoles, 5 de mayo de 2010


El comienzo de la primavera

El sábado 20 de marzo de 2010, a las 18h 32m hora oficial peninsular, se inicia la primavera en el hemisferio Norte,

Curiosidades

El movimiento de la primavera es ascendente y hacia el exterior, es el inicio del ciclo vital y nosotros debemos empezar a mover nuestra energía

En mi pueblo me encanta cuando llega la primavera todos los campos verdes y los pajaros cantando

Una pequeña poesía LA PRIMAVERA

La primavera ha venido

Nadie sabe como ha sido.

Ha despertado la rama,

El almendro ha florecido.

En el campo se escuchaba

El “gri-gri” del grillo.

La primavera ha venido



La primavera besaba


La primavera besaba
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.
Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil...
Yo vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.
Bajo ese almendro florido,
todo cargado de flor
—recordé—, yo he maldecido
mi juventud sin amor.
Hoy, en mitad de la vida,
me he parado a meditar...
¡Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar! Antonio Machado

jueves, 26 de febrero de 2009

DIA DE ANDALUCIA


Como ya sabéis el sábado es el día de andalucia nosotros en el istítuto lo hemos celebrado uno s cantaron y otros bailaron yo me lo e pasado muy bien ESPERO QUE EL AÑO QUE VIENE SEA IGUAL

martes, 30 de septiembre de 2008

Amor

AMOR IDIOTA YO POR EL Y EL POR OTRA


Cuando el amor no es locura, no es amor

jueves, 3 de julio de 2008

ZAPATILLAS ROSAS


UN TUTÚ DE MÁS

1 La intrusa

—Leda, ¿me quieres explicar cómo haces para
estar tan contenta? Hace un tiempo horrible, hace
cinco minutos un coche que ha pasado a toda prisa
por un charco me ha calado de la cabeza a los pies,
cada centímetro de mi cuerpo está empapado, y tú
llegas con esa sonrisita tonta en la cara.
—¡Ah!, veo que hoy estamos de buen humor. No
sabía que cuatro gotas de lluvia podían desetabilizarte.
Es más, no sabía que pudieras llegar a deprimirte.
Pareces siempre tan equilibrada que..., además, dicho
de una bailarina, es lo último...
—¡Ja, ja, ja!, ahora también te haces la graciosilla.
Pero mírame, ¡estoy hecha un asco!
Leda observa a Zoe, le gustaría decirle algo que
sonara amable pero luego la contempla distante y
añade:


—Es verdad, te he visto mejor otras veces.
—Me gustaría verte en mi lugar. Y... espero no
resfriarme... ¿Por qué sonríes?
—A mí el otoño me hace sentir bien. Sí, es
verdad, llueve, y hace fresquito, pero significa
también que vuelven las tazas de chocolate en las
pastelerías, las tardes en el cine... Y es todo tan
íntimo... y además, mira —y levanta una pierna
hacia Zoe mostrándole una bota de goma negra
con un estampado de rosas rojas—. ¿No son preciosas?
—He de admitirlo —dice Zoe—, son muy bonitas.
—Las compré ayer.
— ¿ Te fuiste de tiendas sin ni siquiera preguntarme
si quería ir contigo? ¡Vaya, que egoísta!
—Si tú tenías cosas que hacer con la chica nueva...
Zoe se calla y suspira, incluso pone una mueca.
— Ya, se me había olvidado. No sé por qué pero
intento no pensar mucho en ello.
— Yo creo que tus padres han sido muy generosos
ofreciéndole un alojamiento. Tenéis una casa
grande, entre una persona más y una menos no
hay mucha diferencia... A nosotros sí nos trastornaría
mucho la vida.


— P e ro vosotros también tenéis
un cuarto de invitados...
—Sí, mamá lo utiliza para guardar
ropa... La verdad es que no sé
dónde meteríamos todos los zapatos.
Pero bueno, ¿cómo es?
—Que cómo es, que cómo es... Tú también la
has visto, ¿no?
—Sí pero me refiero a cómo es cuando estáis
juntas. Charlatana, silenciosa, entrometida, tímida...
¿Conoces esas palabritas que se utilizan para definir a
las personas o las cosas? ¿Cómo se llamaban? ¡Ah,
sí, adjetivos!... Dime tres adjetivos que la definan.
—Rara, rara y rara.
— Te falta imaginación, por lo que veo. Es extraño:
con las notas tan altas que sacas en clase...
—¿Qué tiene que ver? Intenta pensar cómo sería
estar todo el día con una sombra pegada a tus
talones. Me sigue a todas partes. Me bombardea a
p reguntas. No me da tre g u a .
—Exageras: ahora mismo no está.
— C l a ro. Porque se ha ido con la señorita Elsa a
entregar los certificados. Naturalmente me ha pedido
si la podía acompañar, pero solo le he indicado
el camino. ¿He hecho mal?


— C l a ro que no. Tiene doce años, y cuanto antes
se adapte, mejor. De todos modos no me engañas,
querida Zoe. Te haces la dura, y luego, anda
que no te conozco yo bien, con ella te comportarás
como un amor...
— Tampoco es cuestión de que la maltrate claro ,
pero no sé si me gusta que esté aquí.
—Me dijiste que lo habíais decidido juntos, tus
p a d res y tú...
—Sí, es verdad. Pero según tú, ¿qué hubiera podido
decir? «No, yo no quiero que se quede, decidle
que no, que no hay sitio para ella». Quizá te has olvidado
de que fue Madame Olenska quien le propuso
a mis padres alojarla.
—Bueno, piensa que es una chica que tiene bastante
talento. ¿La has visto bailar?
— ¿ C rees que nada más llegar nos pusimos a hacer
ejercicios de barra? Pues no. Le enseñé su
cuarto, estuve animándola un poco mientras deshacía
las maletas, y luego vimos un DVD con mis
hermanas.
—Y Marta y Sara ¿qué dicen?
—A Sara le es indiferente, pero ya sabes, ella es
mayor, tiene su vida. Marta en cambio está contenta
de que haya otra niña que le haga caso. Diletta
tiene tres hermanos pequeños, y dice que son unos
bichos, así que está acostumbrada, y dice que Marta
en comparación con ellos es tan dulce que no
imagino la suerte que tengo...
—La verdad es que tiene mucho valor. Dejar a
su familia para venir hasta aquí y vivir entre extraños
solo para poder ir a la Academia.
—Antes se alojaban en internados, y nadie se
quejaba —dice Zoe.
—Sí, pero eso no significa que fueran felices.
—Y de todos modos, mi casa es mejor que un
internado.
—Lo estás diciendo tú misma...
Charlando, Zoe y Leda llegan a la entrada de la
clase. Leda se detiene delante de su taquilla para
cambiarse las botas nuevas por unas zapatillas de
deporte; Zoe no puede hacer otra cosa que sacudirse
y colgar el impermeable con la esperanza de
que se seque poco a poco. Está helada, y calada
hasta los huesos, y no se encuentra muy bien: tiene
la sensación de que todo ha sucedido demasiado
rápido. Normalmente, septiembre es un mes agradable,
todavía veraniego, que te acompaña dulcemente
cuando retomas los quehaceres y las obliga-
ciones diarias. Y entonces, ¿por
qué llueve tanto desde hace cuat
ro días, la temperatura baja diez
grados y encima te hacen responsable de
una compañera para todo un año, así a traición?
Esto es lo que realmente inquieta a Zoe, la llegada
de Diletta. Diletta ha estudiado danza en una pequeña
y lejana ciudad, y luego ha superado las pruebas
para entrar en la Academia, solo que las pocas plazas
de alojamiento estaban ya ocupadas, por lo que Madame
Olenska preguntó a algunas familias si estaban
dispuestas a acogerla durante todo el año, un poco
como si fuera una pensión. Mamá y papá lo consultaron
con las tres, y dijeron que sí. Pero, como Zoe
acababa de señalarle a Leda, ¿era posible decir que
no? Y, además, papá insistió mucho hasta que las
convenció de que siempre que se pueda hay que
ayudar a los demás, lo que no quiere decir ayudar
solo a aquellos que están al otro lado del mundo y
que lo han perdido todo en un terremoto; se pueden
hacer también cosas por los que están más cerca.
Zoe pensó que tenía razón. Pero, claro, ahora es a
ella a quien le están cambiando la vida.
Diletta tiene unos ojos muy bonitos, negros, con
largas pestañas. Negro es también el pelo, y algo on-
dulado: con la humedad de estos días se le riza.
Tiene la piel oscura (Zoe se apuesta lo que sea a
que también en invierno parecerá que está morena).
Es diminuta, bien proporcionada. Lleva a menudo
un chándal gris, aunque tiene otro azul marino,
unos vaqueros, alguna que otra sudadera y
camisetas. Llegó solo con dos maletas, y la acompañaba
su madre: después del largo viaje en tren
estaban exhaustas y solo hasta el segundo té en
casa de Zoe no les volvió el color a la cara. Pasaro n
la noche juntas, ya que en la habitación de invitados
hay dos camas, y luego su madre se marchó al
día siguiente por la tarde, después de haberla
acompañado a la escuela el primer día y haberse
entrevistado una vez más con Madame Olenska.
Desde entonces, Diletta está en manos de Zoe,
o sería mejor decir que Zoe está a disposición de
Diletta: esta no la deja ni un instante y le hace mil
p reguntas. Para ser una chica desorientada y estar
lejos de su casa por primera vez es demasiado decidida,
y quiere saberlo todo. También hace pre g u ntas
absurdas como: «¿Madame Olenska es buena?»
o «¿Aquí en la Academia sois todos amigos?». La
verdad es que no son tan absurdas, son solo demasiado
generales y se necesitarían meses para con-
testarlas, pero ¿cómo podría Zoe contestar si dos
segundos más tarde le ha hecho ya otra pre g u n t a ?
Naturalmente, en clase se sienta junto a Zoe. Fue la
profesora de Lengua quien pensó que como se tiene
que adaptar, mejor que se sentara ahí. Desde entonces,
la histórica hermandad Zoe-Leda, que duraba de
forma ininterrumpida desde el primer día de clase,
está rota, al menos en sentido geográfico. Ahora,
Leda se sienta detrás de Zoe, y ya no pueden hablar
como antes.
Leda le ha dicho a Zoe que no se preocupe, que
ella tiene muchos recursos. «Ya veremos», murmura
Zoe sentándose en su sitio. Después, Diletta entra
corriendo en clase, se sienta, le sonríe y le dice:
—La secretaria me ha dicho que todo está arreglado.
Zoe responde con una sonrisita forzada y mira
hacia delante. Diletta tiene un acento tan raro . . .
Cierra todas las vocales y algunas consonantes las
p ronuncia como si fueran dobles.
— ¿ C rees que hoy nos van a preguntar? —Dice
Diletta, quitándose el impermeable azul cielo, de
niña pequeña.
—¿La profesora de Lengua? Pues no, es la segunda
clase, ¿qué quieres que pregunte?
—Bueno, yo de todos modos he estudiado.
—Diletta se sienta, cruza los dedos delante
de ella, mira a su alrededor con los
ojos brillantes y expresión de curiosidad—.
¿Cuál te gusta como novio?
Sin querer, Zoe mira hacia donde
está Jonathan que está sentado cerca de la ventana,
y luego mira a Diletta, demasiado rápido, y dice,
también muy deprisa:
—¿Qué novio?
—Qué raro que no tengas uno con lo guapa que
e res. ¿No será aquel pelirrojo de allí?
Jonathan justo en ese momento sonríe a Zoe y
le murmura algo que no consigue entender. «Si pudiera,
me lo comía a besos», piensa Zoe.
— Tenía razón —dice Diletta con una sonrisita.
Luego, por suerte, suena la campana, y los que
habían llegado tarde corren a sus sitios seguidos
por la profesora de Lengua. Poco a poco Zoe deja
de sentir vergüenza.
«Magnífico», se dice Zoe a sí misma mientras las
mejillas le hierven, «encima tiene malicia». Solo nos
faltaba esto, tener una serpiente en casa.
Al final, la profesora, contra todo pro n ó s t i c o ,
decide preguntar la lección.


Diletta levanta la mano como si estuviera agitando
una banderita:
—Me ofrezco voluntaria, profesora Luciani.
Se levanta y se dirige con seguridad hacia la
mesa de la profesora, y contesta a las pre g u n t a s
(pocas, porque hay poco que preguntar). Zoe ayer
no tuvo tiempo de estudiar, porque Dilleta estuvo
todo el tiempo en su cuarto haciéndole todo tipo
de preguntas, como si se hubiera preparado una
entrevista.
Diletta vuelve a su sitio con una buena nota y
con su sonrisa de satisfacción atrae miradas de envidia.
Por suerte, Zoe nunca ha sentido envidia de
las notas de los demás. Laila, que está delante de
ella se da la vuelta ligeramente y susurra:
—Qué lista es tu amiga.
Zoe desearía poder contestar que Diletta no es
su amiga, que comparten solo la misma dirección y
el mismo número de teléfono gracias a la genero s idad
de sus padres. Pero no lo hace; la profesora
empieza a explicar y pide silencio absoluto.
En el silencio, los pensamientos gritan más alto.
Los de Zoe traen solo un mensaje: «déjame en
paz». Quién sabe si Diletta lo habrá oído...


miércoles, 18 de junio de 2008

El romero




En el romero viene mucha gente de muy lejos y todo los años suelen venir dos autocares de Barcelona y otros dos de Almeria.
El primer día hacen un arroz en la plaza para todo el mundo que quiera y el segundo día hace una olla de hinojos
.



También la gente del pueblo hace rosco para la gente que viene de barcelona.
La gente de Bacerlona hace una ofrenda floral a la iglesia.

El santo cristo


Las fiesta del santo cristo son los días 13, 14 y 15.

El día 13 su baja el santo al alta. El día 14 se lo llevan ala ermita.Y el día 15 se sube a su trono.